Para el artista el mundo del comercio es comúnmente como un tanque de agua lleno de tiburones del cual se debe nutrir para mantenerse vivo pero sin dejar que los tiburones se lo coman. Y es que en el arte son numerosísimas las historias de artistas que han muerto pobres solo para hacer millonarios a quienes luego venden el producto artístico sin siquiera tener que pagar a la familia del artista los derechos de autor. Esto ocurre sobre todo en el caso de los artistas plásticos ya que su arte normalmente se transfiere como la venta de un producto cualquiera terminado, que incluso desde el punto de vista legal podría ser objetable debido a la posibilidad de reproducción de la pintura, video, o escultura, con fines económicos.
Hay artistas que a pesar de mantenerse en el mundo del “Fine Arts” logran desarrollar productos con la finalidad de masificar su arte y aumentar el mercadeo de su propuesta artística. Jeff Koons ( http://www.jeffkoons.com) por ejemplo, es un caso típico en el cual encontramos que el artista publica libros donde se muestran sus obras y estos libros son otro producto generador de ganancias. En otros casos, el artista o algún dueño de su obra logran retener los derechos de reproducción y a través de estos generar ganancias aun mayores que las generadas por la obra en sí.
¿Cómo es esto posible?, imaginemos por ejemplo, un calendario que contenga las reproducciones de las obras de Botero, estos pueden ser vendidos masivamente, y al venderlos pueden producir una ganancia que supere el valor obtenido por la venta de la obra original.
Ahora bien, dicho todo lo anterior, uno se pregunta, entonces ¿porque no todos los artistas toman ventaja de los derechos elementales y subsiguientes de sus obras?, ¿Por qué no todos aprovechan las ventajas que la Ley ofrece para sacarle una mayor ganancia a su producción artística?, y la razón es que muchos artistas no tienen el menor interés en tener que lidiar con dos asuntos elementales, el primero de ellos, los derechos otorgados por la ley al artista sobre su obra, y el segundo asunto, igualmente elemental, el manejo concienzudo del dinero producto de las obras vendidas. Estos errores de comportamiento llevan a que se presenten casos donde los artistas, aun los más avezados comercialmente, son despojados de cantidades enormes de dinero sencillamente por carecer de interés en administrar su éxito de una manera responsable y económicamente sostenible.
Un ejemplo que clarifica lo anterior lo podríamos ver en Ken Done,( http://www.kendone.com/) un artista australiano de éxito que además de tener una galería en el precinto artístico de Sídney tiene tiendas donde vende productos de todo tipo que han sido impresos con los diseños de sus cuadros. El éxito de su modelo de negocios ha sido increíble, pero tan exitoso que decidió dar sus ganancias a un corredor de bolsa para su administración y hoy día está demandando al mismo debido a la perdida dolorosa de cientos de miles de dólares. Así que no es solo necesario tener la capacidad de llevar nuestra creatividad a sus límites, es necesario también el saber administrar la producción artística como un negocio.
